En los confines del universo late un sólo corazón
Por Carmen

De nuevo un encuentro/retiro en Calatorao
Y si tengo que elegir una palabra ésta es bendición; si son 2: bendición y regalo; sí, son 3: bendición, regalo y renovación. Este tipo de Experiencias son difíciles de expresar, por sus contenidos inefables, intangibles; pero también porque los trabajos (y son muchos) no están secuenciados, se dan simultáneamente.
Me refiero al «momento cumbre» del retiro
Me encuentro, no voy a engañarme, con mi lado más histriónico, teatral y peliculero. Yo misma me digo: ¡Venga! ¡Deja ya de montar el número! Pero me doy cuenta de que el conectar con este aspecto lo convierte en algo real y no le resta valor al trabajo; éste me señala que en mi vida me quedo atrapada en fantasías y en montarme películas (creo que sin llegar a invadir al otro; mi timidez me proporciona un freno).
Pero… simultáneamente está siendo un trabajo sexual, de reconciliación con mi cuerpo, mi feminidad, de seducción, incluso de «cierto exhibicionismo», teniendo en cuenta mi extremado pudor.
También parí en cuclillas a la usanza primitiva…
Y es que simultáneamente estoy haciendo un trabajo de toma de fuerza, energía y poder de la tierra, y desperté de nuevo a la cobra dormida y escondida dentro de mi, que se entregó y abandonó a la tierra a sentirse poderosa, con coraje, femenina y sensual.
El planeta Tierra, al que pertenecemos, está sufriendo…
Mi acompañante, yo sé que está ahí, cuidándome amorosamente. !Qué impactante y Bella la experiencia de acompañar! El llanto aparece de repente, sin avisar. Primero una lágrima y al final una niña pequeña algo desvalida. Todo surge de una amorosa emoción que me invade y se desborda por completo. Primero abrazo a los hombres de mi familia, luego a las mujeres, luego a mí misma (literalmente) y al universo o al universo y a mí misma. Es todo simultáneo, es todo uno. Asisto a mi propio funeral, sobrio y solemne. Conecto con La Fuente de la Luz, derrama gotitas de luz imantada que me atraen desde el pecho, desde el corazón. El redoble de tambores, como los de la semana santa del Bajo Aragón, me jalan desde la espalda hacia la tierra. Pero todo lo que sucede está bien.
Recuerdo (ahora) mis dibujos del primer día, también había luz y oscuridad. De nuevo me invadió una intensa emoción, hecha de reconocimiento de los demás (yo y los demás, yo y los hombres, hay reconocimiento, pero no verdadera relación) y de descubrimiento de, como describió Susana, «el corazón algodonoso» debajo de mi duro, durísimo caparazón. Pero es también el corazón del círculo. El corazón del universo.
Y ahora… tomando tierra poco a poco, acompañada de profunda paz.
Enero de 2010