Mindfulness
O la Atención consciente ante la muerte


El programa formativo, y en general, la filosofía de la Fundación VBM promueven el desarrollo de habilidades de atención consciente para aprender la calidad de presencia en el acompañamiento a los que están en proceso de morir, y finalmente, para un mejor afrontamiento de lo que nos sucede en la vida y en la muerte a todos los seres humanos

En los últimos años, en occidente, se están abriendo paso con mucha fuerza las técnicas terapéuticas mindfulness en salud mental, las cuales se basan y tienen su origen en técnicas meditativas de diferentes escuelas tradicionales del budismo, particularmente del zen (corriente practicada por John Kabat Zinn, su promotor). Las neurociencias se han interesado cada vez más por los efectos terapéuticos de estas prácticas y ofrecen datos científicos sobre sus beneficios. De las diferentes terapias que han surgido a partir de estos estudios, especialmente la de Mindfulness y Compasión creemos que es la más significativa para aumentar la calidad del acompañamiento a la persona en trance de morir y la terapia de Aceptación y Compromiso la más adecuada para el tratamiento del duelo a los que quedan. A continuación un artículo de Mar López, presidenta de la Fundación VBM e instructora de meditación zen desde hace veinte años.
La atención consciente frente a la muerte y el duelo
Ponencia en el I Congreso Internacional de Mindfulness en Zaragoza
Mar López. 11-14 junio de 2014
Como dice el poeta Hugo Mújica: “Al final, no habrá final… habrá entrega”
Acompañar a quien está experimentando el proceso de morir desde este estado de atención y presencia consciente, hace que nuestra relación con el sufrimiento y la muerte cambien de forma muy sustancial; es una revolución silenciosa, que nos abre la posibilidad de relacionarnos con el dolor de la pérdida con plenitud y confianza, soltando el aferramiento y experimentando la belleza intrínseca que puede haber en la tristeza de la despedida, es decir, en la aceptación consciente.
Y estas capacidades pueden y deben aprenderse para nuestro bien y el de las personas que están muriendo, especialmente para aquellas a las que no se les permite morir en paz y a su propio ritmo, por la negativa de su entorno a aceptar la realidad de la muerte.
Por eso, desde la Fundación VBM promovemos la práctica de Mindfulness en la labor asistencial de acompañamiento a moribundos, de tal forma que las labores propias de los cuidados al final de la vida se conviertan en soportes para el cultivo de la atención plena, proporcionando así al paciente un confort transversal en los cuidados físicos, emocionales, cognitivos y espirituales.
También dignificando estas tareas de cuidados al final de la vida a su máxima expresión, de tal forma que toda persona que se halle acompañando a quien está muriendo tenga clara conciencia de la importancia de su labor, tanto para su propia felicidad como para la felicidad del paciente. Comprendiendo que todo ser humano, por el mero hecho de serlo, está equipado con todo lo necesario para ayudar y ayudarse en este trance: la atención consciente es la cualidad de nuestra mente que lo permite.
El Mindfulness se ha presentado en occidente como una técnica basada originalmente en el dharma budista (zen) para aliviar el sufrimiento, reducir el estrés, mejorar las técnicas terapéuticas en salud mental, etc. Es decir, orientado a la salud, ya que se origina en el seno de los profesionales sanitarios dando curso a su aspiración a ayudar de forma eficaz a los que sufren. Dice Kabat Zinn que “cuando se trabaja mindfulness con personas en un entorno médico o psicológico no se hace referencia a la etiología última del sufrimiento” porque está implicita; es decir, no se nombra la realidad de la muerte.
Pero ¿qué ocurre cuando nuestros pacientes experimentan la certitud íntima e incomunicable de la muerte, la angustia existencial que, por definición, no pertenece al ámbito psicológico?
En nuestra sociedad la muerte es vivida, tanto a nivel individual como colectivo, como un fracaso de las técnicas terapéuticas a nuestra disposición. Y por tanto, la mentalidad colectiva en general frente a la muerte es una actitud psicológica de negación. Esta actitud genera mucho sufrimiento añadido y evitable al propio hecho natural de la morir.
Esta fijación de evitación generalizada en la sociedad tiene que ver con la carencia de una reflexión serena de las cuestiones que en otras épocas fascinaban el pensamiento de los seres humanos, la cuestión de la vida y de la muerte; en definitiva, tiene que ver con un empobrecimiento del sentido de la existencia. En medio de esta mentalidad social, ¿en qué podría sernos de utilidad la terapéutica del Mindfulness?
Desde mi punto de vista, el gran acierto de Kabat Zinn es aportar directamente la terapéutica de la atención consciente, centrada en la aceptación activa de la realidad presente, sin forzar la consciencia de la mortalidad que sí es apuntada de forma nuclear en el budismo. Kabat Zinn apuesta por la confianza de que el cultivo de esta actitud de atención consciente opere un cambio de hábitos mentales en el practicante de mindfulness. Estos cambios le permitirán, llegado el momento, soltarse con confianza y plenitud en la experiencia del presente sea lo que sea que experimente, incluida la perspectiva cierta de la propia muerte o la de los seres queridos. Es decir, un afrontar con coraje, “sin reactividad y con realismo radical”, o en palabras del budismo, con ecuanimidad.
La pregunta es: ¿qué es lo que hace que algo tan natural como la capacidad de prestar atención consciente al cuerpo y a los procesos emocionales y mentales pueda disolver el sufrimiento incluso frente a la realidad de la muerte?
Las evidencias científicas, cada vez más numerosas, de los beneficios que esta práctica de atención consciente tienen sobre el cuerpo y la mente de los practicantes nos remiten a una demostración objetiva de la eficacia de la atención meditativa enseñada durante siglos por el budismo. Esta demostración da cuenta de la profunda sabiduría y de la capacidad compasiva de estas enseñanzas que promueven inequívocamente el cultivo sistemático de la atención meditativa mediante la práctica, no mediante la teoría; no es una cuestión de creencias sino de experimentación.
Para esta ponencia he preferido elegir la traducción del termino Minfulness como “atención consciente” en lugar de la más habitual de “atención plena” porque aquella aporta una intencionalidad en la experiencia de prestar atención al hecho mismo de estar atento. Esta “doble atención” (al objeto de atención y al hecho mismo de estar atento) solo puede suceder en el presente y esta intencionalidad de enfoque atento en el presente es precisamente el núcleo del potencial sanador del mindfulness.
Este potencial sanador nunca es tan notorio como cuando se trata de acompañar en el proceso de morir a familiares, amigos o pacientes. Y especialmente cuando soy yo mism@ quien se enfrenta a la consciencia de la muerte. La atención consciente frente a la muerte implica la consciencia de que ya no hay nada que obtener, ya no hay futuro… Frente a la muerte, la sanación hay que entenderla como la capacidad de experimentar plenitud y felicidad aún en medio de una tristeza infinita por la pérdida. Es la culminación de nuestra experiencia en tanto que seres humanos conscientes.
Cuando estamos en proceso de morir nada puede ayudarnos más que estar rodeados de personas que han desarrollado una calidad de presencia basada en la atención consciente. Las cualidades de silencio, escucha activa, capacidad de aceptación y calidad de presencia son los síntomas inequívocos de la sabiduría discernitiva y de la compasión.
Estas son manifestaciones del amor real que emergen naturalmente de la práctica perseverante del cultivo de la atención consciente e introspectiva. No se pueden imitar, es un arte que se cultiva intencionadamente con una motivación real de dejar de sufrir y de hacer sufrir, y que implica ejercer con coraje un realismo radical: relacionarnos compasivamente con lo que realmente está sucediendo y no con lo que nos gustaría que sucediera. Pero esto, desgraciadamente como sabemos, dista mucho de ser lo habitual en nuestra sociedad.
La dificultad de la práctica del Mindfulness estriba en que debe ser practicada continuamente
Sin una motivación fuerte es difícil mantener la perseverancia necesaria para que la práctica de la atención plena dé sus frutos, más allá de la complacencia inicial por el bienestar que naturalmente acompaña la práctica de la atención consciente. Es cierto que la práctica de mindfulness va dando paso a una mayor capacidad para el disfrute, pero también para la consciencia del propio sufrimiento y sus causas. Por lo que las dificultades para perseverar son reales y ciertas ya que estamos condicionados para evitar la consciencia de lo que nos hace sufrir.
Paradójicamente, es precisamente la consciencia de la impermanencia, la contemplación del proceso de morir, lo que nos estimula eficazmente para la práctica de la atención consciente, ya que entendemos que el momento presente es precioso, que no va a durar siempre y no queremos que se nos pase en vano. No olvidemos que el método tradicional de despertar la motivación adecuada para la práctica de la atención plena en las enseñanzas budistas es la reflexión sobre la impermanencia de todo cuanto existe, es decir, de la muerte.
Así, las cosas sencillas se vuelven importantes: sentir el cuerpo, conscientes de las sensaciones; experimentar las emociones, agradables o desagradables, sabiendo que también pasarán, y desarrollando la ecuanimidad y la paciencia.
Comprender íntimamente la naturaleza extremadamente cambiante de los propios pensamientos y sus influencias en el cuerpo y las emociones, asombrándonos por esta capacidad que solamente los humanos hemos desarrollado, hasta ser incluso conscientes de nuestra propia mortalidad.
Este “darse cuenta” o atención consciente, es un logro de la consciencia universal que evoluciona con nuestra práctica individual hasta comprender íntimamente cual es la naturaleza de esto que somos, y que finalmente, lo que somos en verdad no nace ni muere.
