El proceso de morir y el arte de acompañar
Por Luis Miguel Casal

Inscrito en el programa de formación promovido por la Fundación Vivir un Buen Morir, entre el 28 y el 31 de enero de 2012, tuvo lugar el VI Módulo en régimen residencial sobre «El Proceso de Morir y el Arte de Acompañar«.
Desde siempre el morir en la propia casa en compañía de los seres amados ha sido considerado por muchas personas como el ideal de muerte. Y en ese sentido, la acogedora, hogareña y cristalina atmósfera de la Casa de Retiros Virgen de Cabañas, en La Almunia de Dña. Godina, provincia de Zaragoza, nos brindó a los catorce participantes el marco idóneo para afrontar este módulo. Un módulo un tanto distinto de los anteriores, pues si bien ningún módulo de la formación impulsada por la Fundación VBM es exclusivamente teórico, este VI Módulo fue expresamente concebido con una vocación fundamentalmente experiencial.
Algunos analistas sostienen que los países más ricos del globo han entrado en una nueva fase histórica que han dado en llamar «sociedad postindustrial»
El que suscribe objetaría que de cualquier forma eso sería el caso sólo para las capas de población más favorecidas, pues hasta en el país más rico del mundo, los cuasi-todopoderosos EEUU, conviven realidades humanas (y por tanto tan protagonistas de la historia como las otras) muy diversas. En todo caso, parece que uno de los elementos constituyentes de esta nueva «civilización» sea la negación de la muerte, llevada a término con diversas estrategias, incluyendo el ocultamiento, la banalización, etc. El filósofo alemán Peter Sloterdijk ya nos ha dado la clave para interpretar el tiempo presente en su trilogía «Esferas». El ser humano, en tanto que homo sapiens, ser corpóreo y animado, necesitado de desenvolverse en el espacio y de estructurarlo en su beneficio, desde los inicios de la Historia ha mostrado predilección por la esfera como patrón geométrico para delimitar, acotar, articular en definitiva ese espacio en el que forzosamente ha de desplegarse su experiencia del vivir y del morir. A cada fase civilizatoria, su tipo de esferas. ¿Qué tipo de esfera en la «era postindustrial»? Las espumas, nos dice Sloterdijk.
Es la cultura de la burbuja, de lo gaseoso, de lo «light». En definitiva, del culto a la superficialidad y del pánico a la profundidad. Hasta la forma de espiritualidad que algunos autores proclaman como la más en sintonía con esta nueva fase histórica, la llamada «Nueva Era», es un buen reflejo de estas cualidades burbujeantes que comentamos, con su obsesión por la «Ascensión», los «maestros ascendidos», y el cambio de fase que en cualquier momento va a acontecer al planeta Tierra (¿de la fase sólida a la gaseosa?).
Sin ningún ánimo de volatilizarnos en dimensiones más etéreas
Sino al contrario, con la intención de avanzar algún pasito en nuestra comprensión y auto-reconocimiento en tanto que seres vivientes-murientes, nos fuimos congregando los participantes de este taller en la tarde noche del jueves 28. Disfrutando de la alegría de los reencuentros, pues muchos sólo nos vemos con ocasión de estos retiros, y porque lo significativo de las experiencias que compartimos en estos encuentros propicia el florecimiento de la empatía y el afecto genuinos.Y con ese ánimo, y con todo el bagaje emocional y psicológico que nos acompaña como seres humanos a la hora de enfrentar la realidad de la muerte, nos embarcamos en un viaje de tres días de intensa investigación y exploración. Como venía recogido en el programa del retiro, en primer lugar «una aproximación experiencial a la propia muerte, abordando una exploración psicofísica de los propios condicionamientos ante la muerte y el sufrimiento, tanto propio como de los demás». Sólo desde la íntima aceptación de la realidad de la (propia) muerte se puede intentar «el intercambio, la comunicación auténtica y sanadora, entre el acompañante y la persona en trance de morir». Sólo si no niego mi propia mortalidad estaré dispuesto a empatizar con alguien en dicho trance. Y más allá de la empatía, la compasión. Recordemos que la palabra compasión viene del latín «cumpassio», a su vez traducción del griego «sympatheia» (simpatía), lo que significa literalmente «sufrir juntos». Es decir, desde el entendimiento del estado emocional del otro, el deseo espontáneo de acompañarle, de estar presente, de compartir su vivencia como mía. Sin la aceptación de mi dolor, de mi debilidad, de mi mortalidad, en fin, de mi finitud, no es posible para mí la compasión.
Y para ese doble empeño, el de profundizar un poco más en la comprensión y aceptación de nuestra corporeidad, y por tanto finitud, y el de abrirme desde esa finitud a la compasión con el otro, para ese doble empeño decía, herramientas simples pero sabiamente administradas por la directora del retiro, Mar López. Para aquellos que aún no la conozcáis, el alma de la Fundación VBM (que nadie se sienta menospreciado) además de avezada viajera y cartógrafa de las tierras de la psique y el espíritu, una mujer cuya trayectoria vital la puso pronto en contacto estrecho con la realidad de la muerte y el tratamiento que recibe en nuestra sociedad. Herramientas simples, la relación interpersonal como espejo para el autodescubrimiento, la escucha, la dramatización, la propia respiración como vehículo capaz de ayudarnos en la tarea de soltar, de aprender a morir en cada instante, en cada exhalación.
Y bueno, ¿a qué tanto empeño en aprender a morir, en aceptar la propia muerte?
Ah, amigos, porque la muerte y la vida son un paquete indisoluble, las dos caras de la misma moneda. No se puede pretender quedarse con una cara y desechar la otra. Y personalmente estoy convencido de que, aunque sólo sea como horizonte, es posible ir más allá de la aceptación, es posible la celebración. Cuando seamos capaces de celebrar este maravilloso universo tal y como es, el lote completo de muerte-vida, y no dedicarnos a descorchar más botellas de champán mientras con los culos bien apretados torcemos la cara a la vista de esas dimensiones de la existencia que no nos resultan tan chispeantes, ese día ya no tendremos que dedicarnos a guerrear, asesinar, explotar y maltratar en un vano intento de escapar a nuestra muerte. Ese día amanecerá realmente una nueva era.
5 de noviembre de 2012