El valor del acompañamiento
Por Julia Gómez Lasheras

Me siento afortunada por el bagaje adquirido durante todos estos años que llevo vinculada a la Fundación VBM y que me han permitido poder acompañar a otros en su último viaje. Desgraciadamente no todos tienen la misma fortuna y no pocas veces se sienten desbordados ante la inminente muerte de un ser querido.
Urge que los profesionales sanitarios, que son las personas más vinculadas a los enfermos y a la familia en estos momentos, tomen conciencia de lo importante y necesario que es poder disponer de recursos y de formación adecuada para poder realizar un buen acompañamiento de calidad. Es necesario dignificar los cuidados en la última etapa de la vida y asumir que la muerte no es un fracaso, sino el final del camino, y siendo conscientes de nuestra propia finitud y la de nuestros seres queridos.
Ayudar a otros a un buen morir no sólo es posible con voluntad, sino que es necesaria una buena formación y haber tomado conciencia de nuestra propia fragilidad y finitud como seres humanos. Se nos prepara para nacer y cada nacimiento es un motivo de alegría, pero sin embargo, cuando es una muerte, nadie nos prepara para iniciar el camino de retorno y es vista como un fracaso. Vivimos en una sociedad en la que no hay cabida para el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte y sin embargo esto es la VIDA. Mucho sufrimiento se podría evitar si pudiéramos abordar estos temas desde la lucidez de nuestros pensamientos y poder compartirlos con nuestros seres queridos.
Una buena despedida, facilita el proceso de duelo necesario para afrontar la pérdida desde la serenidad y la aceptación
Tener la oportunidad de despedir a otros desde el amor, la aceptación, el perdón y la gratitud es un regalo de la Vida, y los que se van a morir se convierten en nuestros maestros si somos receptivos y somos capaces de comunicarnos con todos los sentidos. Cuánto se puede expresar con el tacto, cuando tal vez no surgen las palabras.
Cuanto más vulnerables nos hallamos, más necesitados estamos de una mano amiga que nos consuele y nos arrope con su amorosa presencia. Acompañar a otros en su último viaje no es fácil, pero es el mejor regalo que podemos hacer a nuestros seres queridos y nuestros compañeros de viaje. Si somos capaces de enfrentarnos a nuestros propios miedos, de dejarles marchar desde el amor profundo y la gratitud por tanto que nos han dado, cerraremos el círculo de la vida y ellos seguirán vivos en nuestra memoria y en nuestros recuerdos.